10.09.2009

Palabras






Mi turno
Cinco días, ya cinco días han pasado y no es como si hubieran sido productivos o algo. Estoy igual que antes. Eso quisiera decir, sería un alivio si pudiera hacerlo, pero la única verdad es que, si acaso, estoy peor que antes. Y ella aún se ríe de mi tan fuerte que me duelen los oídos.
En todos estos días no me he mirado en un espejo. ¿Para qué? Cuando tenga ganas de ver un despojo de persona, con unas ojeras más largas que su propio rostro y que aún no ceja en su empeño destructor entonces mejor me alquilo una película de zombies, gracias.
Y no es que mi empeño sea destructor, es que comienza a tornarse así… para mí. En estos días no he dormido; vamos, por favor, nadie puede llamar dormir a cerrar los ojos durante tres minutos en una horrible, dura e incómoda silla. Supongo que si he ido al baño, de lo contrario esto estaría resultando, además de desesperanzador, asqueroso. Aunque definitivamente no puedo asegurar que haya comido algo, el nudo en mi estómago es lo suficientemente grande como para ocuparme hasta las ganas de intentarlo. En cualquier caso, no lo recuerdo.
Han sido unos días extraños, eso si. Nunca el tiempo había pasado tan devastadoramente rápido y tan tortuosamente lento. Es de no creer la verdad.
Y allí está ella, riéndose aún. No sabes cuanto me gustaría borrarle esa sonrisa, ni te imaginas el placer que me daría apagar esa insoportable risa. No puedes hacerlo porque no sabes de que hablo, ¿a que no? Incluso puede ser que aún sabiéndolo, nunca lo entiendas… Es más, estoy segura de que no lo entenderás, puede que alguna vez te haya pasado algo así, que te hayas sentido de alguna forma similar, pero eso será todo, ya que no eres yo.
Pero supongo que querrás intentarlo, si es que no te has aburrido ya. Hablo de entender todo esto que estoy diciendo. En fin.
Mi problema es de ausencia. No de mí. De ellas. Nunca fue fácil utilizarlas, pero antes al menos venían; desordenadas, equivocadas, a veces demasiadas y otras muy pocas o vacías, pero estaban. Ahora, sin embargo, no importa donde busque o que piedra levante, ellas no acuden y ella se ríe de mi. Mi problema se resume en una palabra y son muchas. ¿Qué cual es el bendito problema? Las palabras, ellas lo son, o mejor dicho, que ya no están, desaparecieron.
Sé que has de tener cara de “¿Cómo van a desaparecer las palabras? ¡Por favor no seas ridícula!”. No lo soy, en verdad que no. Se han ido. Y no sé donde encontrarlas. Y ese, ese, es el peor de los problemas. Porque yo estoy hecha de palabras y si se van, ¿entonces qué queda? De mí, por lo menos, te diré que nada.
¡Y  no, no estoy loca! Solo un poco… desesperada y asustada. Muy asustada la verdad. ¿Qué se supone que haga sin las palabras? Mi castillo está construido en un cuento y ¿cuál es el cuerpo de los cuentos? Si, palabras. ¿Y qué pasa si no hay palabras? ¡Que no hay cuento y sin cuento no hay castillo! ¡¿Dónde viviré sin mi castillo?! Y aunque mi castillo esté en un cuento de hadas, no es el único mundo que puedo visitar… Bueno, podía.
Todo es esto es absurdo y siento como si estuviera enloqueciendo. El hecho de que ella aún ría y lo haga cada vez más fuerte debe ser una prueba de ello.
Me alimento de palabras, ¿sabes? Y no, no soy extraterrestre, también como verduras y carne, más carne que verduras, pero mi principal fuente de energía siempre han sido y siempre serán las palabras. Es fácil de explicar aunque no sé si tan sencillo de comprender. Es imposible que no lea algo durante un día, incluso si no tengo un libro, incluso si solo es el ticket del ómnibus, lo leo. Leo todo. Carteles, folletos, propagandas, diarios, revistas y por supuesto, libros. De los primeros ni siquiera me importa lo que dicen, así como no me interesan las imágenes que tienen, solo me gusta leer las palabras. Son bonitas, ¿no crees?
Por tu cara diría que no. ¿O tal vez si?
De cualquier forma, amo las palabras, amo un mundo lleno de palabras. Y amaba devolverle a ese mundo una parte de todo lo que yo recibí. Pero ahora no puedo porque las palabras se han ido. Tan lejos y tan repentinamente que me paso días frente a la hoja vacía del Word sin lograr conectar con ellas, sin salir del estupor, y sin encontrar el modo, el camino.
Y ella se ríe de la desgracia. Sí ella, la hoja en blanco, se ríe a carcajadas, tan estruendosamente que ha de escucharse por todo el mundo, como una maldición negra o como un lamento ahogado.
Y ya no lo resisto, ¿sabes? Es tan cansador, me duele la cabeza y no siento mis pies, como si flotara. Cinco días después me alejo de ella, de la hoja aún tan pulcra como al comienzo. Y tomo una hoja de diario, llena de escrituras, de palabras perfiladas por otros. Y agarró un lápiz, como en los viejos tiempos del liceo, de escribir en los márgenes las ideas que cientos de voces susurraban. Y escribo. Escribo otra vez, como antes, en esos márgenes sucios y pequeños, entrelíneas, con trazos pequeños, forzados y confusos por la falta de espacio y la emoción. Dibujo un mundo con palabras y lleno de ellas.
Y me río. Porque ahora me toca a mí. Solo me río.

The End

.-.-.-.-.-.



¿El qué? ¿Qué no vas a preguntar de donde sale esto? ¿Y por qué te vas? ... Me quedé sola. Bueno, supongo que hizo bien. Quien sabe.

Dije en la última visita que tenía una imágen bonita, similar a la anterior aunque no igual. ¿Es bonita no? 

Me gustan lás hojas en blanco, porque significan posibilidad. Aunque son crueles, mucho, y adoran reírse de nosotros ilusos que queremos poner nuestras palabras en ellas. Pero al final ganamos. A veces.

El texto... simplemente salió. Y tampoco es que esa chica sea yo, no se parece a mi. 

Yo no leo diarios.


Mata ne!



2 comentarios:

Enzo dijo...

NO hay que presionar las ideas, solo surgen en los momentos más inesperados. ¿Quién no ha odiado esa risa burlona, despectiva, de las hojas en blanco?, o de una pésima oración atrás de otra. Pero con un respiro, la distracción merecida, y las ideas vuelven, por si solas.

Y, aunque no seas la chica del cuento, aconsejo lo mismo que a todos "no te esteces, tomate la vida con calma"

Un saludo, esperando nuevas creaciones...


Sanbocha
pd: no pude comentar con mi cuenta de wordpress

Elizabeth Evans dijo...

Se, la hoja en blanco es cruel, tranca las palabras dentro de nuestra mente. Para luego reír a carcajadas de nosotros...u_u. Pero el que ríe ultimo, ríe mejor ¿no? eso es lo que dicen y es agradable cuando te puedes reír de la hoja en blanco mientras garabateas en ella con el lapiz n_n

Sobre lo escrito, me gusta mucho. Ya te lo he dicho; cuando leo algo hecho por vos...me dan ganas de tirar mis cuadernos n_n (no me mates)....son nada u_u

nos vemos cuando traspase la puerta(y no, no voy a intentar trasmutación humana xD)