Durante mucho tiempo tuve una pregunta, que puede parecer broma, pero que me molestaba internamente, como las cuestiones sin resolver molestan a los curiosos.
¿Se puede ser completamente insensible?
Es un asunto en particular el que me molesta. Una simple pregunta. ¿Tengo que extrañar a la gente que quiero o aprecio solo porque no están presentes en el mismo lugar geográfico que yo? Y me refiero a la aparente definición que la gente tiene de extrañar, es decir, llorar y retorcerse internamente por los rincones; sufrir como un condenado al infierno y morirse de depresión. O casi.
Pese a que hace meses que me mudé a la cuidad capital de mi país para seguir mis estudios, nunca, y digo nunca, me sentí de esa manera. Estoy a 400 km de las personas con las que viví más de dieciocho años, los veo con suerte una vez al mes, y a veces no puedo. Entonces, ¿se supone que debo sentirme mal, triste, deprimida? ¿Se supone que debo extrañar?
Si yo sé que están allá, que están bien, (enga, que estamos en el siglo XXI, lejos ya no es sinónimo de aislado), si yo sé todo eso, ¿por qué tengo que sentirme mal si no me siento así? Porque muchos al parecer esperan que uno pase, por lo menos varios meses, en un estado deplorable, extrañando y lloriqueando. Demostrando así cuanto quiere a su familia.
Es rídiculo si me lo preguntan. Rídiculo y estúpido. Pero pese a que si pienso de la manera en la que estoy describiendo (no me estoy inventando nada para parecer guay o cualquier otra mierda), esa pregunta estuvo largo tiempo rondando en mi cabeza, con más fuerza en el último año. ¿Soy una completa desagradecida e insensible por ser así, por no sentirme como se supone que me debo sentir? Es una pregunta tan rídicula como todo lo anterior, pero es una pregunta que no tenía respuesta, y por eso, aunque no me quitaba el sueño, me molestaba.
Y si, no tenía respuesta pero, por lo menos para mí, ahora la tiene.
Cuando fui a Paysandú la última vez, descubrí una cosa sencilla. Descubrí que me sentía bien allá, a gusto con esos raros y especiales especímenes que son mi familia. Por rídiculo que parezca, así fue. Y las últimas veces ni siquiera había sentido gran cosa por volver a mi ciudad natal, pero esa vez fue diferente, me sentí en paz durante esos días. Sin embargo, cuando volví a Montevideo para continuar con los estudios, todavía me sentía tranquila y a gusto. Me gusta vivir en Mdeo, aunque esté lejos de mi familia (o tal vez precisamente por ello), pero también me gusta pasar tiempo en Paysandú, donde están mis orígenes y la gente que quiero.
Con respecto a esa pregunta. No soy de hielo ni completamente insensible, pero tampoco soy sensible. Descubrí que si extraño, porque cuando vuelvo con ellos me siento feliz de estar allá; pero soy consciente de que, probablemente, eso sea lo más lejos que pueda llegar. No soy una persona afín a los sentimentalismos, ni siquiera podría decir que soy sentimental excepto en lo mínimo, y además me molestan sobremanera las actitudes como la que describí y por eso no las soportaría en mi misma. Pero todos somos diferentes y por eso las reglas y creencias de los demás no se aplican en mí, ni en nadie excepto ellos mismos.
Y por eso ahora sé algo sencillo:
Los quiero y por eso los extraño, a mi propio modo.
Para mí, descubrirlo, fue una revelación.
Una muy agradable.
Mata ne!